Agradecer, sí, pero cómo
Agradecer, sí, pero cómo
Hay tanto que agradecer… y cómo no agradecer… Educar en el agradecimiento es educar en el humanismo y en la dignidad de ser persona.
Durante un tiempo propuse a un sobrino adolescente que fuera capaz de decir a lo largo del día: “perdona”, “por favor” y “gracias”; se le hacía difícil pedir disculpas, solicitar con respeto sus peticiones y reconocer lo que se hacía por él. No le fue fácil, pero constituyó un camino de humanización, respeto y cariño hacia los demás, especialmente miembros de su familia.
No se puede hacer un discurso sobre el agradecimiento, sólo reconocer que estamos en este mundo por pura gratuidad y que somos más por lo que recibimos que por lo que damos. El agradecimiento es la memoria del corazón y el reconocimiento de que necesitamos de los demás, pero sin derecho a imponernos o a exigir. Para agradecer se requiere: sinceridad, reconocimiento, humildad, humor, capacidad de comunicación, positividad de las emociones y brevedad en las palabras.
1. Relájate y serena tu interior, toma conciencia de tus palabras y sentimientos al final del día.
• ¿Cuántas veces ha brotado de ti la palabra “gracias”? ¿A quién se la has dado?
• ¿Qué sentimientos de exigencia se han impuesto sobre la gratitud y con quiénes?
• ¿A quiénes has negado el agradecimiento y por qué?
• Muestra en tu interior el agradecimiento sobre lo recibido… ¡agradéceles!
• Agradece a Dios el don de la vida y pide la gracia de la gratitud. Descansa en la paz.
2. Contempla a las tres personas más significativas a lo largo de tu vida.
Escríbeles una carta agradeciendo lo que te han aportado, reconociendo lo que has recibido de ellas. Expresa con palabras sencillas y cortas tus emociones de agradecimiento.
3. La bendición es la forma más sublime de agradecer a Dios.
Toma el salmo 8 ó 103 (102), lo lees despacio; después mira tu realidad: casa, familia, trabajo, amigos, bienes, historia pasada, logros y fracasos…; contempla el cariño que Dios ha puesto en ti, habla con él de esta tu historia de amor…; luego vuelve a leer el salmo…; acaba escribiendo tu propio salmo de agradecimiento a Dios por tu vida.
4. Cuando uno se ve agraciado/a en la vida, le sale espontáneamente dar lo recibido.
Por eso, ante el amor recibido de Dios surge la actitud de ponerse al servicio de la felicidad y el bien de los otros siguiendo a Jesús en el camino de la vida. Con Mc 10, 46-52, ora: ¿cómo vives el don de tu fe y qué te pide realizar en concreto?
5. Tiendes a planificar y controlar la vida, el día siguiente, tus vacaciones, el fin de semana…
Lo que se controla y planifica no se agradece… intenta vivir tu vida sin tanto control, recibiendo todo como un don y una gracia, como un regalo y abierto/a a lo que sale a tu encuentro… acoge y agradece lo recibido. Cuando hagas esta experiencia la escribes y la compartes con algún amigo o amiga.
6. ¡Qué difícil es agradecer sin amar y sin ser generoso/a!
Te propones realizar cinco actos de generosidad y amor incondicional (sin recompensa) a lo largo de la semana.
7. Piensa en las personas con las que trabajas y te relacionas: aprende en su idioma original cómo se dice “gracias”; les agradeces en su idioma natal.
“Porque de lo que rebosa el corazón, habla la boca” (Mt 12, 34b)
Juan Crespo
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